Un puente a PeburgHeim
Como si de un sol en un mini universo se tratara, el espacio estaba inundado de tililantes estrellas. Un simple suspiro, un paso en falso dentro de ésa negrura resultaba fatal para aquél que intentara alterar el estremecedor orden de la pequeña brecha, acompañada de silbidos y gritos desgarrados. Por encima de ella, como si de otro plano astral se tratara, un dia soleado azotaba las vías del antiguo puente de ferrocaril, ahora sometido a violentas sacudidas de mortero y granadas. Un ligero viento hacia susurrar las enormes vigas de acero, mientras que la corriente acompaña con su peculiar nota musical del fluir de las aguas.
Todo ello habría sido una apetecible mañana de septiembre si las circunstancias no fueran aquellas, pensaba el Hauptmann Kürch.
Marden Kürch y su compañía eran unos enardecidos veteranos del frente occidental, y su papel estaba más que asumido: debían aguantar esa posición, sin importar el precio; venderían caras sus vidas para evitar que los aliados entraran en territorio holandés, y harían todo lo necesario para aguantar el duro embite de las tropas paracaidistas desplegadas con una rapidez y precisión sin igual. Pero todo ello habría resultado endiabladamente más facil si a su grupo de ingenieros les hubieran dejado "apañar" ése condenado puente. Y ahora, en lo que había comenzado como un leve intercambio de fuego se había vuelto en una vorágine de metralla que se fundía con el hierro y el acero del esqueleto lángido y oxidado que conformaba la estructura. Si hubiera colocado esas cargas explosivas cuando debían otro gallo cantaría.
Sus últimos informes revelaban que los aliados habían tomado el puente de Grave, no sin sufrir antes varios enfrentamientos con unidades de la Wehrmacht hasta su retirada. Un regimiento de Paracaidistas de la 101 fue enviado a capturar el puente de Nimega, pero fue detenido por tropas del 9° Batallón SS, dejando el puente en manos alemanas por el momento.
Esto obligaría a los mandos aliados, que empezarían a ver la operación algo mas complicada de lo que habrían asumido en un principio, a buscar otras rutas. En el corazón del puente de Sursbhaecht, en las orillas del Waal, se gestaba una cruenta escaramuza como resultado de dicha búsqueda aliada por una vía alternativa al puente de Nimega y así romper el frente para ayudar a la columna blindada del XXXº cuerpo británico, avistada no hacía mucho en Eindhoven.
No les estaba resultando fácil, no frente a su compañía. Sabía lo que en ése caso tenía que hacer, al igual que todos sus hombres, pero las ordenes del General Eugen Meindl eran claras: Debían aguantar con los puentes. Lo primero que pensó Kürch cuando le comunicaron la orden fué de que se trataba de una insensatez, pues sabía demasiado bien que dejar un puente intacto ante el aluvión que se les venia encima era un riesgo desmesurado.
Resultaba irónica la idea de Model de salvaguardar los puentes para una contraofensiva; la división no disponia de Panzers y los nuevos modelos tiger que le habian prometido al viejo Mariscal Rundstedt desde Alemania iban rumbo a Arnhem, en el norte. Lo único que lograban con ello era facilitar las cosas a los aliados.
Frente a éste siniestro panorama, sin poder contar con apoyo blindado y tan sólo apoyandose en otras unidades de infantería en sus flancos, todo indicaba que mas tarde o mas temprano llegarían a ser sobrepasados. Aguantarían por el momento con los puentes intactos tal como le habían ordenado.
Pero si la cosa se torcía, el hauptmann Kürch lo tenía más que decidido:
Volaría ése maldito puente como pudiera y al diablo con todo.
Extracto de Narraciones: La batalla de PeburgHeim
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